domingo, 1 de noviembre de 2015

Segunda Escena

Aunque después de vivir tiempo cercano a su radiación de odio, quizás me contagie de sus pasiones mortales, de sus golpes de sien, ademas los paseos de días enteros, como el viento en la cara, era lidiar con ataques de guerra con misiles impulsados desde años atrás que cargados de plomo aniquilaba los soldados de mi paciencia, que hacían caminatas seguidas a su interior a explorar porque tantas de ganas de vivir en masacre.
Cuando atenta contra la luz tiene nudillos de oxido como al dejar una lata bajo el sol y la lluvia seguida del invierno hostil, unas veces cortan y otras le sirven de espejo, de reflejo.

Primera Escena

Llenaba los huecos con saliva, los gritos salpicaban penuria aunque también vacilaba cantando paseándose en humo de cigarros, sus pechos eran nubes la entrada al cielo,  pero cuando desgarraban su alianza podían llegar a salir llamas y fuego. los salvajes caníbales huirían si fuese ella la madre tierra. Los edificios de esta ciudad se derrumban cuando su alma sangra. Pero su sombra iluminaba las oscuras paredes de mi cabeza. La pirámide de sus palabras hirientes clavaban mi fe al suelo pero tan suave era el atardecer en su espalda que el discurso colosal y fatalista que dictaba cuando su cólera era mayor que el  amor se deslizaba a donde las cosas en la mente son borradas en automático.
Veía como se acercaba la muerte tan imprudente para que después de sollozos recuperara la conciencia de verter sus alegrías en mis manos.

martes, 16 de junio de 2015

Diálogo entre Babieca y Rocinante


B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come, y se trabaja.
B. Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.

B. Andá, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miraldo enamorado.

B. ¿Es necedad amar? R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis. R. Es que no como.
B. Quejaos del escudero. R. No es bastante.

¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?

Instrucciones



“Comience por deshilachar los sentidos ácidos de su camiseta. Lama pausadamente cada rincón de sus decencias y absorba todas las fragancias hasta que el decoro se convierta en caramelo y la lluvia acompase sus latidos. Aderezca su piel con feromonas y transporte esa música a lo largo de su cuello, su torso y espalda. Nutra su mirada de espejos desenfocados; y cuando desde el campanario la acústica de su matriz implore a los feligreses atención, añada tres cucharadas soperas de libidinosa tempestad. Continúe palpando espontáneamente sus entrañas sin dejar de remover los vapores que exhale. Sobretodo, no respete los consejos y apague el telediario”


Itsasne Gaubeca

sábado, 4 de abril de 2015

Inicio

La música que desprendían sus caderas no las conocí, ni la escuche cuando llego a mi encuentro. Yo tan engreída y ciega esperando lo de siempre esa adoración, tan falsa que me saciaba a medias. Ella tan real que no me conviene contarlo ahora.
El universo estaba en sus ojos, pero no se lo dije, por mi arrogancia por la cerveza, tan idiota.
El océano eran sus pasos, azules tan firmes y recios, dirigiéndose al accidente que era enamorarse de mi ficticia personalidad. 
Y sus manos eran fuego, intocables.
Pero porque se aparece con ese infierno tan intenso y viene a contagiarme...
Porque deseo involucrarse tan en mi piel, que yo tan cobarde y fiel como hombre con hambre guiado por su sabor a ese laberinto que era compartirle mis días.
Su silueta me dejo encendida como el vino en la quinta copa y me descarto de fuerte cuando llore mis verdades, pintadas, encharcadas de miedo.
Pero ella nunca se quedaba quieta era una explosión de juventud con sed de reír, llorar, gritar y no lo podía soportar, era como guerra furiosa que mi salida era su boca para calmar la masacre.
Los encuentros excesivos de nuestros cuerpos, pedían auxilio, como los náufragos del espacio.
El día que le conocí fue el día de mi final, con quien mas sino con ella para escapar del mundo decadente, con solo ella para beber las penas de mis tristezas.
El punto negro de sus pasos son la puerta que se toca, Y si la soledad me secuestra que me de ella.
Porque si con ella en mi vivir, por ella que este muerta.



viernes, 20 de febrero de 2015

Poema a sus Pechos.

Sin blusa, se detienen con los segundos y raspan con y piel café.
Destellan brillos de luz que rompen mis manos curiosas.
Se reflejan en mi boca como golosina de niño obeso.
Lunares grandes de miel y cielo.
De noche se hunden en mi espalda con sabor a hierro.
Mueven montañas con buen ejemplo.
Redundan mis manos de nuevo, de nuevo.
Se vuelven fuego como avión en vuelo.

A nuestra Soledad

La soledad no vuelve loco al que loco esta.
Ni decide por muertes ni olvidos de horror.
La soledad no saca lo peor, sino al  nosotros del interior.
La soledad puede ser certeza de que somos y eramos.
La soledad no comparte sus días con otras, como nosotras.
La soledad no toma el sol, amenos que se ahogue.
La soledad bebe como agua el licor con sabor a dolores.
No te transforma en loca, loca ya estas, por compartir tu alma conmigo y mis voces.
La soledad no te convierte en suicida, porque te asesina cada que veo tus piernas, te ahorca con is manos huecas, te empuja a mi piel reseca, te corta mientras me llenas.
Loca ya estas porque te robe la soledad, y cuerda te pones cuando la devuelvo sin avisar.
La soledad no es para sufrir sino sentir y regalarle valor atendido a tus manías.
La soledad renuncia a ser  en compañía porque se rompe entre tu boca y la mía.

domingo, 11 de enero de 2015

Ella

En dos esquinas cerradas con púas de soledad, y brillos de sol, con niebla por las noches, bastante grises sensata la tarde que llovió, de todo menos agua, de todo nosotras dos.
Las anclas que se forman al despertar con su miel, pesan como el negro de los cascos, como todo y conchas de mar tieso.
Los rumores pasaron a primer plano con el dulce de sus manos.
El cincel rompió mi apuro porque no desaparecería esa tarde, de frió, de invierno infinito como tus piernas, como las mías.
Las cortadas de los ánimos se irán por nuestra espalda, no se instalaran en nuestras almas.