Nunca supimos que quería, ni que decia o intentaba decir, porque sus labios eran tan finos que dejaban escapar las palabras más suaves, nada precisas, era como un rompecabezas de entre lo auditivo y visual. Esa tarde hacia un tanto de frío, estaba fresco y ventoso, sólo estábamos ella y yo, yo hablaba más, ella se reducía a escucharme, le hablaba de todo, pero siempre guarde rabia porque no sabía que quería y porque actuaba de esa forma, yo le hable de lo que temía, de lo que sentí cuando estuvimos solos, le dije que la amaba como un idiota pero no dijo nada más que balbuceos y palabras sin sentidos firmes, tanta duda me hacia querer escupirla, no la vi de nuevo en un tiempo, yo sólo me fui, lo más claro es que me fui descalzo y el suelo estaba frío como sus manos largas.
Ya después consiguio otros amigos y pocas veces la veía y tuve celos de imaginar que los otros si la entenderían.
sábado, 18 de enero de 2014
Efímero
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