martes, 16 de junio de 2015

Diálogo entre Babieca y Rocinante


B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come, y se trabaja.
B. Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.

B. Andá, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miraldo enamorado.

B. ¿Es necedad amar? R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis. R. Es que no como.
B. Quejaos del escudero. R. No es bastante.

¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?

Instrucciones



“Comience por deshilachar los sentidos ácidos de su camiseta. Lama pausadamente cada rincón de sus decencias y absorba todas las fragancias hasta que el decoro se convierta en caramelo y la lluvia acompase sus latidos. Aderezca su piel con feromonas y transporte esa música a lo largo de su cuello, su torso y espalda. Nutra su mirada de espejos desenfocados; y cuando desde el campanario la acústica de su matriz implore a los feligreses atención, añada tres cucharadas soperas de libidinosa tempestad. Continúe palpando espontáneamente sus entrañas sin dejar de remover los vapores que exhale. Sobretodo, no respete los consejos y apague el telediario”


Itsasne Gaubeca